¡Quién no oyó de algún naufragio
en una isla remota…,
y de aquellos que de pronto
sintieron su vida rota…!,

y de esa actitud certera
que los hizo resistir:
¡aferrarse a cada instante
para poder subsistir…!

¡Quién no gozó viendo a un niño
totalmente concentrado,
observando los sinuosos
movimientos de un gusano…!

Y quién no envidió en secreto
ese poder de absorción:
¡nada más que un gusanito
sosteniendo su atención…!

¡Quién no leyó alguna vez
sobre aquel sobreviviente…,
que logró salvar la vida
encapsulando su mente…!

Y allí, en ese pavoroso
campo de concentración,
se “desenganchó” del tiempo
por no perder la razón…,

y le entregó su existencia
a las menores minucias:
…el sol por una ranura…
…el golpeteo de la lluvia…

En los tres casos comulga
un mismo talento puro:
¡el de vivir el momento…
sin pasado y sin futuro…!

Al parar el pensamiento,
el carrusel se detiene…
¡y el instante que se vive
es todo lo que se tiene…!

¡Es ese ahora perpetuo!
¡Es ese eterno presente!,
en donde ya no funcionan
los ardides de la mente…

¡Y el alma se regocija
abriéndose a lo que Es…!:
…el sol brillando allí arriba…
…la Tierra bajo los pies…

Todo se muestra perfecto
dentro de ese eterno ahora:
¡la ansiedad se desvanece…
y la angustia se evapora…!

Desde esa quietud sagrada
se roza otra dimensión:
la percepción se amplifica…
¡ y el que ve es el corazón…!;

¡Y está al alcance de todos,
-de una manera vibrante-,
ir viviendo nuestras vidas,
así…de instante en instante…!,

¡porque todos cobijamos,
muy guardado íntimamente,
a ese náufrago…, a ese niño…,
y a ese sobreviviente…!!!