Tetraedros enlazados
contrapuestos al girar,
aceleran suavemente
su fantástica espiral.

La Merkaba incrementa
más y más su rotación,
más veloz y más etérea
con cada revolución.

Cada átomo en el cuerpo
pareciera relumbrar,
como si en hebras de luz
se fuera a transfigurar.

Cuánto más veloz el giro,
más fuerte la agitación:
¡al traje carnal le incomoda al fin
soportar tal vibración!.

Y de pronto cegadores
destellos de infinitud,
y el vacío -punto cero-
y oleadas de beatitud.

Remolino y pura calma…,
torbellino y levedad…,
dulce vértigo que me traes
ráfagas de eternidad…