Tal vez tú piensas que te hallas aislado
y vas viviendo como si así fuera,
porque la formación que a ti te han dado
no te deja vivir de otra manera.

¿Y si te digo que en eso que crees
no hay pizca alguna de veracidad,
pues te rodean celestiales seres
que tienen para ti solo bondad?

Nunca de ellos te desconectaste,
¡no es concebible tal separación!,
pero “parece” que te separaste
por lo ilusorio de esta dimensión.

Y es que en tu Esencia eres de Luz pura,
exactamente como lo son ellos,
y hay un vago recuerdo que aún perdura
de cuando estabas hecho de destellos.

Tu corazón es como un Gran Portal
que lleva a Casa, a tu crisol de origen,
y extrañas ese brillo angelical
en el que nunca hay nada que te aflige.

Pero si tú a ese Séquito Divino
les dejas que te puedan abrazar,
te estrechan en un dulce remolino
trayéndote un atisbo de tu Hogar.

La sensación de soledad se esfuma,
¡ya no estás solo…, nunca lo has estado!,
y allí “conoces” que en tus días de bruma,
de un modo u otro, Ellos te han guiado.

¿Son seres multidimensionales?,
¿tus “yo futuros” que hoy te confortan?,
¿tal vez tus guías angelicales?:
¡son tu familia…, solo eso importa!

Y si eres un poquito sensitivo,
percibirás allí algo indecible:
que de un precioso modo progresivo
te envolverá una dicha indescriptible.

Porque caricias de divinas manos
te irán tocando casi sin tocarte,
y un amor que proviene de otros planos
te elevará tan solo con rozarte.

¡Tu Familia de Luz te irá abrazando
solo como ella te podría abrazar!,
y en un susurro te estará rogando:
¡déjate amar…, déjate amar…, déjate amar…!