¡Mira cómo baja el río,
febril…, desde la montaña…!,
¡mira como arrastra todo
en su corriente de plata!:
troncos, guijarros y arenas…,
y sedimentos…y ramas…,
¡que nada se queda a salvo
de su rauda correntada!

¡La vida también, amigo,
es un río de montaña,
que arrebatado y vehemente,
a su paso todo arrastra!
Y en su torrente de días
y de noches que se enlazan,
se van tus horas felices…,
¡pero también las amargas…!

¡Todo se lo lleva el río
en su impetuosa bajada!;
incluso aquello que ahora
te inquieta y te sobresalta,
¡también eso, compañero,
se marchará con sus aguas…”,
(¿o acaso el “hoy” que te abruma,
no es el “ayer” de “mañana”?).

¡Vamos, mi amigo…, confía…,
confía en la correntada…!:
arrodíllate en la orilla
de este Gran Río que pasa,
y vuelca en él tus problemas,
tus dudas y tus nostalgias…,
tus conflictos y tus penas…,
tus dolores…y tus lágrimas…

¡Suelta todo, compañero,
en su torrente de plata!,
y luego, serenamente,
¡deja que lo lleve el agua!