¡Cultiva tu vibración
como haces con tu jardín!,
y si al clavel y al jazmín
y al gladiolo y al malvón,
los riegas con devoción,
también riégate a ti mismo,
acudiendo al virtuosismo
del agua-meditación…

¡Cultiva tu vibración!:
que trepe por tu escalera
igual que una enredadera
trepa por el paredón…,
y lograrás, con tesón,
que patrones de energía
de sostenida armonía
envuelvan tu corazón…

¡Hazlo con dedicación!,
y al cultivarla, verás,
que les das a los demás
la más pura inspiración,
y habrá de ser tu dación
como un obsequio de amor,
el más valioso, el mejor,
pues lleva tu elevación…

Cultivar tu vibración
hará que ya no le prestes,
-a aquello que te moleste-,
la más mínima atención…,
y si surge un sofocón,
ya no te estarás quejando:
¡estarás magnetizando
su feliz resolución!.

Y es que cuando con unción,
en paz, con serenidad,
le haces sitio de verdad
a la voz de tu intuición,
se enciende sin dilación
un Alto Fuego Sagrado
que permanece centrado
en medio del corazón…

Y al ir esa vibración,
elevada y sostenida,
por el Río de la Vida
guiando tu embarcación,
percibes la sensación
-clara, directa, y serena-,
de que ha valido la pena
venir a esta encarnación…

Porque hay en tu corazón
mil talentos sin usar,
y los puedes activar
con tu Poder de Creación,
más hay una condición
para arribar a ese fin:
que cual si fuese un jardín,
¡cultives tu vibración!