Dime, compañero…¿cuál es tu Señor?

¿El ego que juzga…y teme al fracaso…,
o el Cristo Divino que en ti se abre paso
con su esplendoroso reguero de amor…?
¿A qué vas sirviendo, aquí…en este mundo?
¿A lo que te saca del sueño profundo…,
o a lo que de a poco te sume en sopor?

Dime, compañero…¿cuál es tu Señor?

¿Ese pensamiento triste y limitado,
que te hace ir andando casi agazapado,
falto de energía…, falto de vigor…?
¿O es –por el contrario-, una mente alerta,
con la luz prendida…y la puerta abierta
hacia un fulgurante saber interior…?

Dime compañero…¿cuál es tu Señor?

¿Esa gris, opaca, y triste presencia
del que sólo atiende su supervivencia…,
siempre desconfiado…, lleno de temor…?
¿O el Ser luminoso que irradia templanza,
mientras va sembrando…pleno de esperanza,
la dulce semilla de un mundo mejor?

Dime, compañero…¿cuál es tu Señor?

¡Y es que en ese templo –el que está en ti mismo-,
puedes dar cabida tanto al pesimismo,
como a la entereza, la fe y el valor!
¡Puedes abrazarte al grial de lo Eterno…,
o hacer que las nieves del más crudo invierno,
lleven a tu vida tristeza y dolor!

Por eso pregunto, mi buen compañero,
mientras vamos juntos por este sendero
de suelos rocosos…o prados en flor…:
dime, hermano mío…¡¿cuál es tu Señor?!