A menudo las cosas no son lo que parecen:
un gran bien puede herirte…, y un gran mal elevarte…,
las cuitas que en la vida a veces te estremecen,
aunque tú no lo admitas… ¡llegan para ayudarte!

No importa en qué camino, ni en que modalidad:
enfermedad, penuria, traición, remordimiento…,
y la lista prosigue… pues la fatalidad
¡usa muchos disfraces para tu crecimiento!

Los cambios de conciencia no surgen de la nada:
¡es el dolor la alquimia que te hace trasmutar!,
hasta que al fin le dices: “¡lección asimilada!,
ya no eres necesario…, ya te puedes marchar!”

Ese pesar que llega y un día te derriba,
trae un tesoro oculto sin bombos ni festejos:
¡creces en tu estatura!, aunque no lo percibas
ya que ese crecimiento no se ve en los espejos…

Y es que siempre “hay razones” (aunque tú no las veas),
por las que te sucede lo que te está pasando,
¡nunca nada es fortuito por más que no lo creas!:
(¡tal vez son “otras vidas” las que estás compensando!)

Hay un aprendizaje guardado en cada azote,
y cuando tú asimilas la escondida lección,
consigues que la calma serenamente brote
desde lo más profundo del propio corazón.

Y marchas por tu vida con sereno semblante
pues ya ninguna cuita te derriba jamás:
no es necesario entonces que nadie te levante
pues habrás encontrado dentro tuyo la paz…

Y es que es cierto: las cosas no son lo que aparentan,
y si tu vista humana con “tu otra vista” empalma,
nuevos significados sin duda se presentan,
porque empiezas a verlas… con los ojos del Alma…