Flotemos, compañeros, flotemos un momento,
ingrávidos, etéreos, sutiles y livianos,
como burbujas leves que juegan con el viento
mientras nos acaricia con sus aladas manos…

Subamos, camaradas, más alto y más lejos,
en dirección a espacios de límpida pureza,
en donde ya no existen ni los temores viejos,
ni recelos, ni roces, ni cuitas ni asperezas.

Elevémonos luego en áureas espirales
hechas enteramente con las flores más bellas,
mientras nos acercamos hacia aquellos umbrales
en donde parpadean, plateadas, las estrellas…

Crucemos raudamente después por los santuarios
donde los corazones ya terminan de abrirse,
mientras vamos sintiendo que un sueño milenario
se encuentra, compañeros, ¡a punto de cumplirse!

Y cuando al fin lleguemos al pie de esos portales
en donde lo terreno con lo Divino empalma,
unamos nuestras voces en coros celestiales,
y ascendamos, amigos…, ¡hacia la luz del alma…!