El amor no es lineal, crea una luz
que se propaga instantáneamente,
viajando por el cuántico entramado
a todo el orbe simultáneamente.

Y el Gran Generador que la produce
es cada uno con su corazón:
esos millones de pequeños gestos
de bondad, de ternura y compasión.

Cada vez que en el otro ves a Dios,
y del distinto a ti no desconfías,
y logras colocarte en sus zapatos,
haces que el Universo se sonría.

Mimar el corazón del que está cerca
es aceptarlo tal y como él es,
y es escucharlo con oído atento,
con un genuino y cálido interés.

Y es el pasar por alto sus desaires,
y es el quererlo igual cuando te ofende,
y es envolverlo en esa melodía
que de un corazón puro se desprende.

Y aunque pienses tal vez que es “poca cosa”
tu granito de arena pequeñito,
recuerda que las dunas del desierto
se hicieron de granito tras granito.

Ni un solo acto de bondad se pierde,
ni un solo gesto de candor se esfuma,
ni un solo hecho de cariño puro
puede ser eclipsado por la bruma.

Y es que el amor con su vibrar tan alto
es como un sol que por el cielo sube,
y su caricia tibia de oro puro
la va deshilachando a cada nube.

Por eso cuando actúas con ternura,
es la Creación entera quien celebra,
al ver que en el tapiz del entramado
se ha entretejido otra preciosa hebra.

Y en ese instante el enrejado entero
brilla con su más bello resplandor,
porque ninguna Luz es tan intensa,
como la Luz que brota del amor.