¡Amado Padre mío…, qué algarabía,
cuando siento en mi pecho tu epifanía!,
y sé, sin duda alguna, -en esa instancia-,
¡que tu me has modelado de tu Sustancia!

Tú estás, en cada hermano, siempre presente,
-ya sea en conciencia plena…o en su inconsciente-:
(¿a quién no le ha brotado -sea necio… o sabio-,
algún día un “¡Dios mío!”…, desde sus labios…?)

Y no sólo te citan las religiones
en sus salmos, sus ritos, sus oraciones…:
también hoy hablan, Padre, de tu Presencia,
incluso los llamados “hombres de ciencia”.

¡Y es que ven tras las cosas, un Plan Genial…,
una Intención…muy lejos de ser “casual”…:
un Orden que subyace tras lo aparente…,
¡y te llaman “Diseño Inteligente”…!

(Si es por ponerte un nombre nuevo y flamante,
yo hubiese preferido “Diseño Amante”…,
porque percibo, Padre, que en tu fulgor,
¡tú modelas los mundos desde el Amor!).

Y yo te digo “Padre”, como en un rezo…,
pero en verdad tú no eres tan sólo eso:
eres también mi Madre…, y eres mi hermano…,
y el amigo que siempre tiende su mano…

Y lo eres desde el día que comprendí,
que tú siempre has estado dentro de mí…
¿Y sabes, Padre mío…?: ¡te quiero tanto,
que sin quererlo mezclo risa con llanto!

¡Y es que te siento en todo lo que contemplo,
como si el mundo entero fuese tu templo!,
como si respirases en cada cosa…,
en cada golondrina…y en cada rosa…

Y te siento en el ruido de las ciudades…,
y en mi silencio lleno de soledades…,
y en los atardeceres de inmensa paz,
cuando el sol nos despoja de otro día más….

Y a veces me parece que oigo tu risa,
incluso en el murmullo que trae la brisa…,
y es tal el sentimiento, tal la emoción,
¡que se va por el aire mi corazón…!