Si a veces en forma clara
al pasar frente a un espejo,
en vez de ver tu reflejo
ves otro rostro en tu cara…
sabe que estás contemplando
uno de tantos que has sido,
¡que en tu largo recorrido
mil trajes fuistes usando!.
Y es ese constante enroque
de vidas y de experiencias,
lo que expande tu conciencia
y lo amplifica a tu enfoque.
Y con la destreza añeja
de haber pasado por tanto,
-tanta dicha y tanto llanto-,
ya no te nace la queja.
Y tu mirada atestigua,
-por lo transparente y buena,
y lo profunda y serena-,
tu carácter de alma antigua.
Por eso, cuando te enfocas,
un saber ya preexistente
brota de ti suavemente
cada vez que abres la boca.
De ese modo, no es casual
que ante tanta compasión,
a todos des la impresión
de ser alguien especial.
Y es que sabes en esencia
que ciertamente en la vida,
no hay principio ni partida…,
y fluyes con la existencia.
Y así, sin ningún apego,
y sin aferrarte a nada,
transitas cada jornada
como disfrutando el juego.
Y te vuelves cada día
una dulce bendición,
una caricia y un don
que irradia sabiduría.
Por eso mi voz se expande
para dejar bien clarito,
-en el aire y por escrito-,
¡que te celebro, Alma Grande!
¡Ay Oyhanarte…, como quisiera abrazarte!…,
(y dejarte bien clarito por un ratito,
todo lo que a mi alma la expandes)
¡Gracias, Alma grande!
¡Gracias, Maestro de mi Corazón!
Gavio
Me has dejado sin palabras, Gavio…
(Sólo atino a decirte que lo has estremecido a mi corazón con tu calidez…)