¡Alegría…, Alegría…, alucinada y bella…,
tú me elevas por cielos de prístina emoción,
y de tanto beberme la luz de tus estrellas,
ya en mi pecho no cabe de gozo el corazón!

¡Todo lo vuelves claro…, tan luminoso y cierto…,
como son luminosas las mañanas de abril…,
y se esfuman las sombras de lo triste y lo incierto
cada vez que te acercas con tu paso gentil…!

Y entonces veo reflejos brotando de las cosas…,
-un resplandor muy tenue…, dorado y carmesí…-,
y los guijarros brillan como piedras preciosas…,
¡y se que tú, Alegría, me lo haces ver así…!

¡Y huelo aromas nuevos…de flores exquisitas…,
y escucho melodías como jamás soñé…!,
y es tal la algarabía que en mí se precipita,
¡que casi no me deja ni mantenerme en pie…!

¡Algunos, Alegría, dicen que eres esquiva…!,
que te escondes de prisa…, que no te dejas ver…,
y que eres veleidosa…y un poquito elusiva…
(¿…será que no reparan en que tú eres mujer…?)

¡Se quejan…, y no saben ni siquiera tratarte!,
nunca te dan un beso…, un poema…, un jazmín…,
ni dicen en tu oído que siempre van a amarte…
¡y pretenden la llave de un tesoro sin fin!

¡Yo únicamente aspiro a elevarme en tus alas
para seguir volando por mundos de color…!,
que desde ti, las cosas, ¡ no son buenas ni malas!,
porque ya no hay más juicios…: ¡solamente hay amor!

¡Y es que todo lo cambia tu paleta preciosa!:
tus luminosos tonos desvanecen lo gris,
y parecen diamantes de luz las mariposas…,
¡y es tan fácil…, tan fácil…, ser entonces feliz…!

¡Y ya no importa nada mi vida de “allí afuera”,
ni las desilusiones del roce y la fricción…,
ni lo triste, o lo denso…, si de todas maneras,
tu sigues perfumando dentro del corazón…!