Acariciar con luz…, ¡qué maravilla
llegar al otro con tu claridad!,
y ver que en él de a poco también brilla
más esplendente su luminosidad…

Y es que con ese resplandor que pulsa
tu bello y refulgente corazón,
a quien va cerca tuyo ya lo impulsas
a elevarla a su propia vibración.

¡Acaricia con luz…!, verás que bello
cuando a distancia, tus manos luminosas
rozan muy suavemente los cabellos
de los que van sumidos en sus cosas…

¡Acaricia con luz…!, cubre a los otros
con un magnificente manto de oro,
y ve solo sonrisas en sus rostros:
¡son “tu familia grande”…, tu tesoro!

¿Cómo es que así la elevas a la gente
sin palabras que salgan de tu boca?:
es que a través de ti, sencillamente,
la pureza de Dios es quien los toca.

Y no comprenderán lo sucedido,
ni porqué de repente están mejor,
aunque puede que diga un distraído:
“¿será que un Ángel me quitó el dolor?”

¡Vamos, amigo!, usa el tiempo dado
en sembrar claridad al caminar:
¿de qué te sirve el haber pasado
por esta Tierra sin iluminar?

¡Acarícialo todo, compañero,
con el sol de tu risa o tu mirada!:
que abarque tu fulgor el mundo entero,
porque es el mundo entero tu morada.

¡Brilla y reparte luz con tu ternura,
irradia tu belleza de diamante,
sé como un copo de esa nieve pura
que embellece la vida en un instante!

Y aunque no estés buscando recompensa
cuando acaricias de tal modo así,
el Universo ve tu entrega inmensa,
y haciendo un guiño, ¡te acaricia a ti…!