En la medida en que fluimos,
con la energía que está entrando…
-y ya no somos los que fuimos,
mientras nos vamos transmutando-,

…cada vez menos precisamos
comunicarnos con la voz…,
¡porque al mirarnos ya notamos
que somos rostros de un mismo Dios…!

Y en nuestros ojos ya hay un brillo
que va irradiando, en su candor,
de un modo cálido y sencillo
las vibraciones del amor…

…y las palabras adelgazan…,
y se enmudece la garganta…
¡y una luz clara nos traspasa
cuando es el alma la que canta…!

Y en tu mirada voy creciendo…,
y con la mía te sonrío…,
y sin hablar vamos diciendo:
“¡te reconozco, hermano mío…!”

“¡Somos estrellas de un mismo cielo…!
¡Somos las olas de un mismo mar…!
Y nos cobija el mismo anhelo… :
¡vibrar más alto…, servir…y amar…!”.

(¡Y quien precisa de palabras
para entablar conversación…,
cuando dejamos que se abra
de esa manera el corazón…!)