Todos marchamos juntos,
en idéntico viaje,
por el mismo camino…
con distinto equipaje…

Y el que va a tu costado
quizás pueda tener,
una visión opuesta
a tu modo de ver…

El contempla la vida
desde su propia historia…,
sus programas, sus miedos,
su apego y su memoria…

Por eso, si creyeras
que equivoca su andar…
¡ponete en sus zapatos
para no prejuzgar…!

(Si acaso fuese el tuyo
su viaje espiritual…
¡seguramente entonces
tu marcharías igual…!)

Antes que censurarlo
sería mucho mejor,
honrarlo en su sendero…
y envolverlo en amor…

Y enseñarle en silencio,
-desde tu vibración-,
que solamente sirve
vivir con compasión…

Dale vos el ejemplo
con tu andar y tu trato…,
y el también…cuando yerres…
¡se pondrá en tus zapatos…!

Cada persona que contactás a diario en tu camino, camarada de ruta…, piensa como piensa, siente como siente…y actúa como actúa…, debido a lo que lleva en su ¨mochila¨ -todos lo hacemos- : condicionamientos familiares, culturales, de vidas pasadas…y fundamentalmente de su primera infancia.

Y cada vez que la juzgás…, estás reaccionando a esa programación que ella carga…

Si acaso hubiese forma de transferirte por un instante su pasado (sus miedos, sus anhelos, su dolor y su historia), su ¨peso específico¨, su nivel vibratorio…¡entonces te comportarías igual que ella…!

¡Por eso es tan importante “ponerse en sus zapatos”! : ello te permite palpar en carne propia, el ¨tejido vivo¨ que le hace ser como es…, comprender porqué actúa como actúa…y entender que no se da cuenta de sus propias programaciones y automatismos…

Y este proceso, es mucho más que un proceso mental: es un proceso energético que se puede aprender a desarrollar.

(La entidad no física llamada “Seth” -canalizada por la escritora Jane Roberts en su libro “El material Seth”-, se refiere a esa capacidad como “conocimiento de la esencia bien informada” : un ¨entender¨ al otro…al ¨transformarse¨ por unos instantes en el otro…; llegar a ¨ estar¨ dentro del otro –sin que ello implique control de ningún tipo.)

Es un “sumergirse” en la energía del otro –sin manipulación de ninguna clase-, sólo para ¨sentir¨ sus vibraciones…, y a través de ellas, percibir sus emociones…, sus sentimientos…, sus motivaciones…, su particular burbuja de realidad…

El hecho de ¨sintonizar¨ la perspectiva del otro…y el ¨compartir¨ vivencialmente en cierto modo, su pesar y su angustia…, es en sí mismo un acto sanador…y por ende, un regalo de amor que le hacemos.

Esa conexión vibratoria entre dos corazones, resulta entonces curativa para el que la recibe…, pero también para el que la propicia.

Porque la enorme comprensión resultante de ese proceso…, es inmensamente liberadora : te libera de considerarlo “equivocado”… ¡ y te libera de querer tener razón…!

Y empezás a verlo más allá de las formas…, de las restricciones…, de los papeles que desempeña… ; comienza a surgir ante tus ojos en su dimensión incondicionada, verdadera, real : ¡ un ser de luz…, jugando a ser humano…!

Lo reconocés entonces, como otro aspecto del “Gran Si Mismo” del que todos somos una faceta…, y podés fusionarte con él en un espacio unificado de dulzura y aceptación incondicional…

(Quizás la siguiente meditación, pueda resultar útil en ese sentido):

MEDITACION : “ EN LOS ZAPATOS DEL OTRO ”

Estás allí…sentado en ese bar…tomando un café, mientras esperas a tu amiga…

Tu mirada vaga por los contornos fugaces de las figuras que pasan a prisa…del otro lado del vidrio…cada una en su mundo…

Girás tu vista hacia la puerta del bar…y ves entrar por ella, a uno de esos tantos desheredados de la vida… : un mendigo harapiento, alcoholizado crónico…, que con paso tambaleante se dirige a tu mesa…

Respirás muy hondo…muy profundo…absorbiendo toda la luz posible en esa inhalación…y contactando –a través de la intención-, con tu vibración más alta…

Luego posás tu mirada en los ojos vidriosos del mendigo…que se acerca hacia vos cada vez más…, ya con su mano tendida en el universal gesto de pedir limosna…

Con tu intención afilada y aguda como una flecha, “saltás” energéticamente en su interior…y te “recibe” una aplastante sensación de sufrimiento…¡el más hondo que hayas podido nunca imaginar…!

Allí está ese dolor…en tu pecho…en tu corazón…en tu estómago…; ese sentimiento horrible de no ser nada…de no valer nada…de encarnar la escoria misma de la Tierra…

Imágenes fugaces de permanente maltrato, te sacuden y estremecen…, y en una décima de segundo, recogés su historia condensada : ahora sos vos…ese niño desangelado y triste…huérfano de caricias…recibiendo paliza tras paliza de su padre borracho…

Sos vos…ese adolescente angustiado al que arrastran de los pelos a una celda, entre golpes y patadas…por haber hurtado un pasacasettes…

Sos vos…ese adulto desesperado…que no consigue ningún trabajo…, despreciado por todos…estrujado por el hambre…el miedo…y la desolación constante…, y que sólo encuentra en el vino, su salida…su consuelo…su Dios…

Y ahora está allí…enfrente tuyo…con la mano tendida…esperando…como siempre, esperando…(¡es su triste “especialidad” esperar…!).

Depositás un billete sobre su mano sucia y ajada…y al mirarlo otra vez a los ojos…, las lágrimas fluyen a los tuyos…¡y tu mirada…tu corazón…tu alma…, le gritan en silencio! :
“¡perdoname, hermano mío…! ¡yo también te llevé a esto…! ¡yo también tuve el corazón cerrado en cada uno que te dio la espalda…! ¡perdoname…!

¡Y lo inundás en oleadas del amor más puro, más intenso y más noble que brota de tu ser…!

Y antes que el encargado del bar lo empuje hasta la puerta…, el mendigo se te queda mirando un instante…como comprendiendo…como asintiendo…como dándose cuenta que todavía vale…que todavía sirve…que todavía es digno de recibir amor…, que hay “algo” en él que sigue intacto… ¡ y que jamás podrá ensuciarse…!

FIN