¡Ah…!, si de niños ya se nos dijera
que es esta vida una estación de paso,
y que volvemos como la primavera
o como el sol después de cada ocaso.

Si nos hubiese alguien enseñado
que irnos de aquí es una bendición,
y que fue de esa forma diseñado,
porque al cambiar de envase cambia el guión.

¡Ah…!, qué profunda sensación de paz,
que dulce y que precioso hubiese sido,
pues al saber que todo aquí es fugaz,
gozaríamos más del recorrido.

Aunque no ha sido así: ¡todo lo opuesto!,
nos inculcaron miedo a la partida,
y a verla cual si fuese algo funesto,
¡en lugar de una puerta hacia otra vida!

Más si ves claramente lo acotado
que es tu papel efímero de actor,
comprendes que tú eres lo creado
y que en tu esencia llevas al Creador.

Y que así como sirve andar viajando
para crecer con nuevas experiencias,
se precisa también ir reencarnando
para que el Alma asuma más vivencias.

Y tú, que ya te has indagado tanto,
conoces que allí dentro en tu interior,
no existe el pecador ni existe el santo,
¡solo existe un eterno explorador!,

que puede trocar roles sin afán,
pues sabe que su guión es pasajero:
en una vida acaso capitán,
y en otra vida acaso marinero.

Por eso, camarada, en tu partida,
vete sereno, vete sin inmutarte,
despídela con bromas a la vida,
¡pues ya aprendiste a desaferrarte…!

Y al irte así con paz, con alegría,
con bondad, con ternura y con cariño,
irradiarás tu Luz en ese día…,
¡aunque no nos lo enseñen desde niños!