Al entrar a este escenario
de tercera dimensión,
¡el contraste es necesario
para nuestra evolución!

Por eso no solo usamos
fichas blancas al jugar:
¡las negras las precisamos
para poder contrastar!

Y allí entras tú, buen hermano,
con tus oscuros reflejos
y tus desatinos vanos:
¡para servirme de espejo!

¿Cómo si no conseguir
ser diestro en la tolerancia,
o ver si aún hay que pulir
atisbos de intemperancia?

De allí que eres mi Instructor
en detectarlo a lo Oscuro:
¡sacas de mí lo mejor
al mostrarme en ti lo impuro!

¡De verdad se te agradece
que estés jugando este Juego!:
lo denso en que permaneces
me impulsa a más desapego.

Es que al ver ese yoismo
de pensar tan solo en ti,
y comprobar tu egoísmo,
¡no lo quiero para mí!

¡Gracias por tus mezquindades,
gracias por tus rispideces,
y gracias por las ruindades
en las que caes a veces!

¿Sabes?, tu gris corazón
no me causa abatimiento:
¡entrenas mi compasión!
(¡y es un gran entrenamiento!)

Porque así es como la carga
de cada cual con su cruz,
¡deja ya de ser amarga
al trasmutarla con Luz!

Y si es esta vida un sueño,
una fugaz ilusión,
¡prefiero yo ser el dueño
de la trama de mi guión!

Por eso, mientras te abrazo
de una forma figurada,
¡siento que es más puro el lazo
con mi Presencia Sagrada!

Y mil veces te bendigo
por todo lo que padeces,
mientras por dentro te digo:
¡gracias… por tus pequeñeces!