En cada encrucijada de tu sino,
cuando estés por ejercer una elección,
pregúntate, hermano del camino:
“¿es la más alta…, esta decisión…?”

“¿Le sirve acaso, al mayor bien de todos?
¿Colabora en mi propia evolución?
¿Refina mi energía de algún modo?
¿Le llevará más luz al corazón?”

Y si el ego quisiera enmarañarte
en una interminable discusión…,
limítate, mi amigo, a preguntarte:
“¿por qué defiende tanto la otra opción?”

La que él impulsa, será, seguramente,
la que le brinde más satisfacción…,
pero será también –probablemente-,
¡la que hará descender tu vibración!

Porque él obtiene siempre su alimento,
del deseo incesante…, y la ambición…:
¡se siente como un pez en su elemento
al buscar cada nueva sensación!

Pero tu alma va en otra cascada:
¡la de las aguas de la unificación!…,
y te muestra, en su visión más elevada,
¡lo que en tu vida será una bendición!

¡Mantente firme, hermano peregrino,
en esa luminosa alineación…!,
preguntándote a diario en tu camino:
“¿es la más alta…, esta decisión?”