¿Puedes amarme, amigo, nada más que por hoy…,
abrirte a mi presencia, y aceptarme a destajo,
por completo…, de veras…, así tal como soy…,
con mis luces y sombras…y con mis altibajos…?

¿Puedes darme tu afecto tan sólo esta jornada,
con un cariño puro, despojado y sincero,
sin reproches…, sin juicios…, sin criticarme en nada…,
sabiendo que ambos vamos por un mismo sendero…?

¿Y puedes permitir, desde tu Yo Sagrado,
que la canción de tu alma se mezcle con la mía,
y al percibir que eres inmensamente amado,
amarme de igual modo…sólo por este día…?

Si es que puedes hacerlo, por hoy únicamente,
¡también podrás amarlo así al que va a tu lado…,
y al que cruza la esquina…, y al que camina enfrente…,
y al que anda por la calle…, y al que pasa al costado!

Y al que te perjudica…, y al que te beneficia…,
y al noble…y al mezquino…, y al brillante… y al necio…,
y al que todo lo entrega…, y al lleno de avaricia
que mide cada cosa para ponerle precio…

Amar…con la alegría de quién no juzga a nadie
porque se siente unido con toda la Creación,
y deja simplemente que el corazón irradie
su mejor sentimiento: ¡la dulce compasión!

“¡Por hoy sí puedo hacerlo!”, me dices exultante;
“¡hoy puedo hallar lo bello que en cada hermano anida:
puedo darles a todos mi corazón vibrante
para bebernos juntos la esencia de la Vida!”

“¡Por hoy sí puedo hacerlo!” -tu voz de nuevo insiste-,
“…pero…¿¡que hay de mañana…?!”, agregas, taciturno,
¡y yo te digo, amigo, que “el mañana” no existe…!:
¡que es tan sólo “otro hoy”…, esperando su turno…!