El mundo, sin aviso, ha entrado en “modo pausa”,
la realidad antigua se va desvaneciendo,
y este enorme vacío es principio y es causa
de que un gran reseteo global esté ocurriendo.

Cuando el tiempo se estira llegan los replanteos,
ya en nada de lo antiguo encuentras acomodo:
“algo” en ti modifica tus metas, tus deseos,
e incluso te cuestionas el “para qué” de todo.

Y es que para salirnos del viejo automatismo
a veces precisamos de una “muerte interior”,
porque es a través de esa dilución del “si mismo”,
cuando al fin nos abrimos a una Imagen Mayor.

Por eso, cuando llega el fulminante toque
de una enorme, tremenda, completa disrupción,
inevitablemente lo cambia a nuestro enfoque
que empieza a trasladarse del ego al corazón.

Y es que cuando de golpe nos toman de la mano
lo inusual, lo inseguro, lo incierto, y lo borroso,
se deshace en pedazos el viejo yo mundano,
para que otro Yo surja, más sabio y amoroso.

Y porque la conciencia ya opera diferente
ante este inusitado paréntesis mundial,
puede ser que de a ratos tal vez te desorientes
ante esta irrupción brusca de un orden “no lineal”.

Y en medio de esta pausa que todo ralentiza,
cuando pierden sentido el apuro y la urgencia,
tal vez sientas de pronto que el tiempo se eterniza,
y adviertas, asombrado, el roce de tu Esencia.

Y si entonces tus aguas se aquietan de repente,
y te sientes entrando en una inmensa calma,
es porque en ese instante, tu río, ciertamente,
empezó a entremezclarse… con el Mar de tu Alma…