Si acaso la Vida y sus adversidades
quisieran mostrarte su peor arista,
ten allí presente aquellas verdades
que en medio del caos se pierden de vista:

“Nada ni nadie puede perturbarme:
¡yo soy eterno, soy inmutable…,
soy una parte perfecta de Dios!”.

Ya sea que te llames Roberto, Leonor,
Irene, Gustavo, Sebastián o Sandra,
cuando el miedo avance, ve hacia tu interior,
mientras te repites, cual si fuese un mantra:

“Nada ni nadie puede perturbarme:
¡yo soy eterno, soy inmutable…,
soy una parte perfecta de Dios!”.

Y tal vez sientas “algo” ante esa frase,
un resplandor de reconocimiento,
un “¡es verdad!”…, como si te mirases
en un espejo que dice: “¡no te miento!”.

“Nada ni nadie puede perturbarme:
¡yo soy eterno, soy inmutable…,
soy una parte perfecta de Dios!”.

Con la repetición, más lo cognizas,
te vuelves cada día más Despierto,
y al Maestro Interior lo corporizas,
porque al creer en Él, más lo haces cierto.

“Nada ni nadie puede perturbarme:
¡yo soy eterno, soy inmutable…,
soy una parte perfecta de Dios!”.

Y al darte cuenta que no eres tu envase,
nada habrá ya que te desequilibre,
y podrás sonreírle a lo que pase,
con esa paz que irradia el Hombre Libre.

“Nada ni nadie puede perturbarme:
¡yo soy eterno, soy inmutable…,
soy una parte perfecta de Dios!”.