¿Quién dijo que no puedes alcanzar esa cumbre?
¿Dónde está acaso escrito que debas conformarte
-por temor…, por inercia…, por flaqueza…o costumbre…-,
sólo con las migajas que obtienes por descarte…?

¿Quién dijo que no tienes derecho a ver tus sueños
desplegando sus alas por la faz de tu vida…,
y que no te mereces -por débil y pequeño-,
acceder al diamante de tu rosa escondida…?

¡Sólo tú te lo dices…!: la voz en tu cabeza…,
-como un eco insidioso, hecho de telarañas-,
que te llena de dudas…, que te quita certezas…,
y te inventa barreras…, y tu mirada empaña…

Pero cuando la ignoras, y vas tras tu ideal…,
-cualquiera sea el esfuerzo, cualquiera el sacrificio-,
¡el Universo entonces te abre su Catedral,
como si se tratara casi de un santo oficio!

¡Creer en ti es la clave!: la confianza completa
en que tienes recursos para afrontarlo todo,
y en que cuando te tiras por fin a la pileta,
¡siempre el agua aparece, de un modo o de otro modo…!

Y es que cuando te lanzas, sin pausa y a destajo,
totalmente enfocado en llegar a lo alto,
allí entonces descubres que hay una red abajo…,
¡pero sólo aparece después que diste el salto!

¡Es una red de alas…!, que evita tu desplomo…,
y que hace que contactes con “otra batería”,
y así, mágicamente, sin que tú sepas cómo,
¡te enchufas a una fuente de tremenda energía!

¡Esa es tu recompensa por estar decidido
a pagar cualquier precio, aún con dolor y llanto…,
y te sostiene un viento que no habías conocido…,
y que hace que el esfuerzo ya no te pese tanto…!

Y al verte tan lanzado, el Universo ordena:
“¡hay que darle una mano, como premio a su empeño!”,
y van apareciendo “milagros en cadena”…,
¡preciosas sincronías que anticipan tu sueño!

Por eso, amigo mío… ¡sostente en tu certeza!,
¡dirigete a tu meta con total certidumbre!,
mientras a ti te dices, -con sonrisa traviesa-:
“¡¿quién dijo que no puedo alcanzar esa cumbre…?!.