Pasaba por la vida deseando el bien
y de un modo sereno lo transmitía:
ante cada persona que se cruzaba,
“¡quiero tu bien!”, pensaba… y sonreía…
Sin importar en dónde se la encontraba
(la calle, la oficina, o el almacén),
le decía mentalmente, con alegría,
mientras le sonreía: “¡quiero tu bien!”.
“¡Lo mejor para ti!”, vivía irradiando,
y todos percibían el dulce impacto:
las intenciones “viajan” de tal manera,
que llegan a quien fuera… casi en el acto…
Esos buenos deseos y la sonrisa,
configuran la dupla más poderosa,
porque esas vibraciones besan el alma…
como el rocío del alba besa las rosas…
Y cuando las emites sin restricciones,
-incluso a la persona que te molesta-
surge una luz distinta que te ilumina,
pues tu Parte Divina se manifiesta…
Cuando vas más allá de lo aparente,
de lo multiplicado y lo diverso,
al desear bien a todos, lo que te guía
es la pura energía del Universo.
Porque tras de los velos de los sentidos,
y detrás de la falsa separación,
todos, sin excepciones, hemos surgido
del Divino Latido de la Creación.
Gracias Jorge!!!
Quiero tu bien 🙂 🙂 🙂
Gracias, Cris.
¡Yo también para ti!
No es tan fácil,desear el bien a las personas que hacen daño,es un verdadero desafío,para eso,sí,es absolutamente necesario trascender el velo de los sentidos y comprender que ,aunque somos todos parte del "Divino latido del Creador",cada alma se halla en su propio proceso conciencial .
Gracias por el bello mensaje.
Gracias a ti por tu reflexión.
Gracias. Ultimamente no podia comunicarme. M. L.
Hola, María Luisa.
¡Qué bueno que ahora sí puedas comunicarte, amiga!
¡Bendiciones!