Tú ya has vivido tanto
mi querida Alma Vieja,
que hoy trocas en sonrisa
lo que en otros es queja.

Tantas zozobras viste
en tu tan largo andar,
que hoy les guiñas un ojo
mientras las ves pasar.

Y te dices bajito
si te tratan con sorna:
“Soy Esencia Divina,
y nada me trastorna”.

No hay experiencia humana
que te resulte ajena:
¡ya pasaste mil veces
por el gozo y la pena!

Y las vicisitudes
que hoy contemplas a diario,
son un borrón pequeño
sobre tu calendario.

Y se marchan de prisa
al hallar por respuesta:
“Yo Soy un Alma Antigua,
y nada me molesta”.

Trepado a la escalera
de un sin fín de existencias,
los ropajes varían
¡pero nunca tu Esencia!

Y hoy ya sabes que nadie
puede causarte daño,
porque de esa escalera,
¡tú eres cada peldaño!

Y dejas mansamente
que esta verdad te inunde:
“¡Soy Conciencia Inefable,
y nada me confunde!”

Pasaste por traiciones,
enfermedad, angustia,
pero tu flor interna
nunca se pone mustia.

Y es que sabes que nada
puede causarte un mal,
si lo ves con tu enfoque
multidimensional.

Y por eso tu mantra
es esta Ley Primera:
“Yo Soy Luz de la Fuente
y ya nada me altera”.

Y si algún día vacilas
en un momento aciago,
agitas por el aire
tu varita de mago.

Y dices, reasumiendo
tus vidas de profeta:
“Soy Espíritu puro,
y ya nada me inquieta”!