Cuando tus sentimientos
estén bajo tu mando,
tus antiguas respuestas
se irán modificando.

Habrás desactivado
viejos automatismos,
y tus comportamientos
ya no serán los mismos.

Y dirás dominando
arcaicas emociones:
“¡ya no dejo que nadie
apriete mis botones!”,

pues te habrás dado cuenta
que mantenerte en paz,
solo de ti depende…,
de ti…, ¡de nadie más!

Y empezarás a verlo
al que tienes enfrente,
no como un insidioso,
¡sino alguien diferente!,

con sus aprendizajes,
su especial trayectoria,
y sus automatismos,
y con su propia historia.

Y si la flor acepta
la lluvia que la azota,
y el vino ser vertido
sobre una copa rota,

también tu Alma admite
que el otro sea incapaz
de caminar sonriendo
y de vivir en paz.

Si al fin las relaciones
con todo su aspaviento,
son solamente un simple
“campo de entrenamiento”,

para que practiquemos
la dulce aceptación,
y cuando se da el caso,
la magia del perdón.

Y al darte cuenta de ello
de una manera amable,
lo abrazarás por dentro
a quien no es agradable.

Y allí en tu corazón
le seguirás sonriendo
mientras piensas: “¡no importa,
yo te sigo queriendo!”

Y al ver el que te azuza
que no puede irritarte,
en medio de su asombro,
¡quizás quiera imitarte!

Y puede que en silencio
tal vez piense de ti:
“nunca lo veo enojarse,
¡yo quiero ser así”.

Y sin tú pretenderlo,
serás “su profesor”,
un “profesor” que irradia
la esencia del amor.

Y tal vez algún día
al ver tus “no reacciones”,
pregunte por qué nadie
te aprieta tus botones,

y le dirás alegre
y en forma placentera:
“no aprietan mis botones…,
¡pues ya no hay botonera!”