“¡Estoy cansado de lo que siempre he sido,
no sé como es actuar de otra manera:
he transitado el mismo recorrido
una vez y otra vez la vida entera!”.

“¿Cómo puedo salir de lo trillado,
encontrar el final del laberinto,
dejar de andar por donde siempre he andado,
y hacer con mi existencia algo distinto?”

Tu vida se compone de memoria
y expectativa por lo que ya viene;
imagina que sales de esa noria,
y que el reloj de pronto se detiene.

Imagina que vives el presente,
este momento único y fugaz,
este flujo de luz evanescente
que dura un parpadeo… y nada más…

Y que el Instante, mirándote, te dice:
¨ te doy la eternidad, ahora y aquí:
antes que el mundo a ti te paralice,
yo paralizo al mundo para ti ¨.

“¿Tú me dices que salga de la norma,
y que lo frene al ¨antes¨ y al ¨después¨…?,
pero dime, mi amigo, ¿de qué forma
es que se instala esa inmediatez?”

Al concentrarte solo en el momento,
en la pura vivencia del presente,
emergen lapsos entre los pensamientos,
¡y el tiempo cesa, al cesar la mente!.

“¿Y qué sucede con lo percibido?
¿Qué pasa con lo que hay alrededor?”
Lo miras todo como un recién nacido,
con la mirada llena de candor.

Cuando frenas recuerdos y proyectos,
se alcanza en un segundo “la otra orilla”,
donde de pronto todo ya es perfecto,
y cualquier cosa suena a maravilla.

Y una vez que ya te hayas conectado
a esta hebra esencial de “lo que es”,
aunque por fuera sigas ajetreado,
¡por dentro serás pura placidez!.

Y mirarás al mundo de otro modo,
con la mirada dulce de un amante,
porque estarás allí, viéndolo todo,
desde el corazón puro del instante.