Entra y sale el aire de tu pecho,
se expanden y contraen tus pulmones,
y un enigma central está al acecho,
“¿en qué utilizas tus respiraciones?”

Se te dio un cupo limitado de ellas,
¿cuántas has consumido hasta la fecha?,
¿qué cantidades desde el alba aquella
en que tu arco disparó tu flecha?

Si es de ocho millones la media anual,
a quince exhalaciones por minuto,
¿qué porción va quedando en tu morral,
allí expectante para dar su fruto?

Aunque no es ese el centro, compañero,
la magnitud no avala las excusas,
porque el interrogante verdadero,
es, ciertamente…, ¿para qué las usas?!

Si en cada inhalación/exhalación,
un lapso de tu vida se te esfuma:
¿lo empleas en tu propia elevación,
o se te escurre cual si fuese espuma?

¿Acaso es que utilizas cada aliento
en incorporar Luz a tu organismo,
y en asumirte “Dios en movimiento”,
perfecto Soberano de ti mismo?

¿O vas desperdiciándola a tu vela
al malgastar el aire que entra en ti,
repitiendo la misma cantinela
“¡qué se va a hacer…, las cosas son así!?”

Tú sabes que no es eso causa alguna
ni de tus relaciones o tu salud,
o tu pobreza o de tu fortuna,
¡porque quién las modela es tu actitud!

¡Recuerda!: cada aliento acorta el plazo
que nos es dado para nuestros juegos,
y se nos va gastando nuestro mazo
hasta que recibimos naipes nuevos.

Entonces…, ¿qué dirás en tu partida?
¿Dirás “de ser feliz no fui capaz”?,
o dirás “¡gracias, gracias te doy, Vida!:
gocé mis cartas…, ¡y me voy en paz!?”