¿Puedes, amigo, ver a tu hermano,
sin etiquetas…y sin juzgar…,
y contemplarlo como a un humano
que lo Divino viene a expresar?

¿Puedes mirarlo con la mirada
que nace pura del corazón…,
sin detenerte ni en su fachada,
ni en sexo…, raza…, o religión?

¿Puedes captar su inmenso anhelo
de liberarse de su cruz…,
y ver sus sueños buscando el cielo,
como los tuyos buscan la luz…?

¿Puedes amar al que es distinto…,
y comprender que en su interior,
desde su propio laberinto,
…también precisa de tu amor…?

¿Puedes sentirlo en su honda pena,
en su amargura y desazón…,
y alivianarle esa condena
con tu amorosa vibración…?

¿Puedes borrar los “…siempre y cuando…”,
y los “…a cambio…”, y los “…si, pero…”,
y simplemente andar amando
sin condiciones, compañero…?

Y más aún, amigo mío:
-con la grandeza del que cede-,
¿puedes obviar su desvarío…
y amar también al que te agrede…?

Si es que lo logras, buen amigo…
¡pues tu misión está cumplida!,
¡…y ya tu Puerto va contigo
sobre los mares de la Vida…!