¿Por qué lo juzgas a tu hermano…?
¿Qué sabes tú de su destino…?
¿Es que conoces si en su sino
ya estaba escrito de antemano,
que una pradera…o un pantano…,
le darían forma a su camino…?

¿Por qué lo juzgas, camarada…?
¿Has levantado su mochila…?
¿Sabes tal vez por qué destila
esa expresión tan amargada…,
que le enajena la mirada,
y le ensombrece la pupila…?

¿Por qué lo juzgas, compañero…?
¿Te has colocado en sus zapatos,
para entender -siquiera un rato-,
por qué transita su sendero,
con esos aires altaneros…,
cual pedagogo del mal trato…?

¿Te has preguntado, amigo mío,
si no será que “el desgraciado”,
en ti algún timbre habrá pulsado…
-oscuras aguas de otro río-,
y viene a ser -en su desvío-,
como un Maestro disfrazado…?

¡Él te enriquece al fastidiarte!,
porque al jugarla de villano,
va provocando, en este plano,
¡que entres en ti…para mirarte!,
y al fin decidas preguntarte:
“¿por qué lo juzgo así a mi hermano?”