Ponle tu rostro a la imagen…, y contémplate, mi amigo,
irradiando una energía de crística perfección…,
mientras oleadas doradas como cascadas de trigo
fluyen desde el sol eterno que habita en tu corazón…

Advierte ese flujo de oro cómo late y cómo vibra
con su altísimo voltaje en todo tu alrededor,
y percátate del modo en que eleva y recalibra
a cada ser al que roza con su etéreo resplandor…

¡Eres un ser luminoso que al vibrar de esta manera
emite frecuencias áureas por donde quiera que va!,
claras ondas destellantes que sin buscarlo siquiera,
de un modo suave y callado alejan la oscuridad…

Y esa energía que irradias es tu más grande tesoro:
una fortuna dorada que en su etéreo resplandor,
no sólo lo eleva todo con sus finos rayos de oro
sino que es también la esencia del más purísimo amor…

Encarna tu Ser más alto mientras desandas tu Vida
y obséquiales esa luz a los que contigo viajen,
que no hay regalo más noble ni ofrenda más bienvenida…
¡Visualízate radiante…, ponle tu rostro a la imagen…!