Te siento abrumado, mi buen compañero…,
como si este mundo te tratara mal…;
como si las sombras, allí, en tu sendero,
tuviesen volumen y peso real…

¡Sí…, ya sé mi amigo, que para ti existen…,
y que tienen nombre, rostro, y entidad…!,
¿pero no comprendes que ellas más resisten…,
cuando las enfrentas en la oscuridad…?

¡Déjame que alumbre todos tus temores!,
¡deja que los borre de tu pizarrón,
para que la Vida dibuje en colores
sobre la pizarra de tu corazón!

¡Permite que extraiga de tu ser la inquina!:
la iré retirando delicadamente…,
como quien retira del alma una espina
que se halla incrustada muy profundamente…

¡Pásame tu pena, tu llanto, tu angustia…,
y esa vieja carga de tu resquemor!:
¿no sabes acaso que una rosa mustia,
revive…, si le hablan con profundo amor…?

¡Vuelca en mi mochila tus preocupaciones!,
¡déjame que cambie tu modo de ver!,
y cuando estés libre de cavilaciones,
te abrirás a un nuevo…, bello amanecer…

Dame tu tristeza…, tu melancolía…,
que yo te prometo transmutarlas bien…,
porque si a tu vida vuelve la alegría…,
a mí vida, entonces…, ¡retorna también!