Puro era el aire…, verde la hierba…,
diáfano el cielo…, límpido el río…,
y en ese Edén sobre la Tierra,
nada era “tuyo”…, nada era “mío”…

(¿Quién necesita ser “dueño” de algo…?
¿A quién le importa “volverse el centro”…,
si lo que vales…, y lo que valgo,
es lo que somos por adentro…?)

Vivir despacio…, sin prisa alguna…,
¡sin tener nada tras que correr!,
y por las noches, mirar la luna…
¡y simplemente agradecer!

Y la ternura calando hondo
en cada encuentro o relación…,
(¡si lo que sirve es en el fondo
tener en paz el corazón!)

Y el intercambio entre almas puras…:
“dame tres panes”…, “te doy dos versos”…,
“llevo un tejido”…, “dejo verduras”…:
¡cómo reía el Universo!

¿Por qué dejamos de ser aquellos?
¿Por qué no somos más los de antes:
buenos, sensibles, nobles y bellos,
dueños tan sólo de cada instante?

¿Qué es lo que hicimos con nuestra Tierra,
que ahora peleamos por “tuyo” y “mío”…?
(…puro era el aire…, verde la hierba…,
diáfano el cielo…, límpido el río…)