Has llegado a mi vida, sufrimiento…,
no se por qué razón desconocida…,
y de verdad te doy la bienvenida,
sin un solo clamor…, sin un lamento…

Y te acepto, te honro y te venero,
con tu carga feroz de incertidumbre,
y aunque no pueda ver ningún vislumbre,
¡se que por algo estás en mi sendero!

Has llegado a mi vida…¡y no me opongo!:
no te ofrezco ninguna resistencia…;
de corazón acepto tu presencia,
sin luchar contra ti…, sin un rezongo…

Se que eres el contraste necesario
en el juego sin fin que voy jugando:
el precio que me toca estar pagando,
por explorar lo igual…y lo contrario…

Por eso te recibo cuando caes
en la hebra dorada del ahora…,
y permito que aflore lo que aflora,
sin resistencia alguna a lo que traes…

Y me rindo ante ti…, incondicional…,
y le grito a tu viento que me arrasa:
“¡acepto cada cosa que me pasa,
y la bebo de un trago…hasta el final!”

Y me pierdo en tu oscuro laberinto,
-entre lo que está vivo…y está yerto-,
y me paro en el medio de lo incierto
¡sin pretender que nada sea distinto!

Y en el arte sutil y sin estruendo
de abrirme a lo que trae cada instante,
me llega la certeza palpitante
¡de que todo está bien…como está siendo!

Y porque así te abrazo y te recibo,
con esta aceptación tan absoluta,
te empiezas a esfumar… como voluta
que se deshace por un cielo esquivo…

¡Y es que no puedes perturbarlo más
a quién te brinda así la bienvenida…!,
…y como una caricia de la Vida…
¡sucede en mi la paz…!