En ese instante de fatiga extrema…cuando todos los caminos parecen cerrarse…, y la desesperación te sobrevuela como un ave de presa…, elevás tu mirada hacia el cielo…y exclamás desde lo más profundo de tu ser… :“¡me pongo en las manos de Dios…!”

Y mientras lo decís, te visualizás rodeado por un par de manos blanca…inmensas…brillantes…increíblemente luminosas…

Y tu allí…inerme…pequeñito…depositado en la palma ahuecada de una de ellas…, mientras la otra te cubre y te protege…, formando entre ambas, una especie de esfera resplandeciente…, un tibio nido destellante de luz…

La energía de amor que palpita en ese hueco en el que estás ahora, es tan intensa, tan abrumadora…, que al instante desaparecen todas tus preocupaciones…, toda tu angustia y tu pesar…, como fulminados por un rayo divino…

Y en ese sitio de altísima vibración…, en esa cuasi esfera radiante y luminosa…, te sentís seguro y protegido como nunca antes en tu vida… : ¡nada malo puede pasarte cuando estás en las manos de Dios…!

Allí se esfuma todo el drama… ; la pesadez y el dolor del mundo, no pueden penetrar en ese espacio seguro, brillante y hermoso…, en ese retacito del Hogar…

Sentís un alivio inenarrable…; las viejas preocupaciones de la vida se diluyen en ese mar de luz que te traspasa…, y comprendés de pronto, que no tenían ninguna entidad…, que eran sólo ilusiones dentro de otra ilusión…, y que lo único REAL, es ese espacio en el que estás ahora…: un campo unificado de infinita belleza…, de amor indescriptible…de armonía y de paz…

¡Y en un destello de arrebatadora lucidez, percibís que esas manos de Dios…, son también TUS manos…, porque vos sos TAMBIEN una pieza de Dios…, una porción sagrada de Todo lo que Es…!

Y en ese luminoso “darse cuenta”, comprendés asimismo que ese espacio sublime de luz, está allí a tu disposición…, cada vez que lo invoques…, hasta que lo integres a tu ser de tal modo…¡que nunca más precisarás llamarlo…!

FIN