Si acaso te has preguntado la manera en que sucede,
ese “cómo” y ese “cuándo” de la Divina Fusión,
o lo que pasa después, o qué es lo que lo antecede,
tal vez estos comentarios te ayuden con tal cuestión.

Comienza muy suavemente, como con tenues chispazos:
sientes que debe haber “algo” que no has conocido aún,
algo muy bello que guíe serenamente tus pasos,
y te lleve de la mano por fuera de lo común.

Las cosas que te atraían, dejan de gustarte tanto,
mientras anhelas que surja “eso” más grande y mejor,
y a la vez que “lo mundano” va aminorando en su encanto,
se acentúa tu nostalgia de un “no sé qué” superior.

Y así el ego poco a poco va cediendo preeminencia,
y otro estado de conciencia va ocupando su lugar,
y es tan bella, tan sagrada esa divina experiencia,
que las palabras no alcanzan para poderla explicar.

Percibes inicialmente que ya nada te molesta
pues tu dicha ya no surge de “tu hacer” o “tu tener”,
y ante las cosas que antaño motivaban tu protesta
ahora reaccionas sonriendo… porque las ves desde “el ser”.

Y sea que estés en lo alto, o metido en algún pozo,
de todos modos disfrutas igualmente aquí o allí,
porque ya no son las cosas las que te generan gozo:
de una forma inexplicable, ¡el gozo viene de ti!

Y empiezas a ver a todos como seres inocentes,
aún aquellos con quien nunca simpatizaste jamás,
-inclusive el pendenciero, el tramposo, el obsecuente-,
porque más que ver personas, ves las almas que hay detrás.

Y no es que apruebes sus actos…, ¡no, de ninguna manera!:
pero los ves como actores desplegando su actuación,
o como niños pequeños que están jugando en la acera
y el que hace de policía después hace de ladrón.

Y si alguien de tu entorno pretendiera importunarte,
allí tú lo escuchas como si no estuvieras oyendo,
y desde tu Yo más grande replicas sin inmutarte:
“no importa lo que me digas…, yo igual te sigo queriendo”.

¿Cuándo todo se hace estable?, es difícil de explicarlo:
no es de un día para el otro como se instala esa paz,
pero sí indudablemente tú comienzas a notarlo
cuando lo que antes te hastiaba, ¡ahora no te afecta más!

Incluso hasta a tu deceso pasas a verlo distinto:
ya no te preocupa en nada su eventual aparición,
pues sabes que únicamente es un cambio de recinto
hasta que vuelvas de nuevo a retomar la función.

Y mientras vas por la vida caminando en tus zapatos,
no extrañas en absoluto, ni de noche ni de día,
aquellas epifanías que te llegaban de a ratos…,
¡porque ya tu vida entera se volvió una epifanía!

Y ahora la Tierra te abraza como si fueras su crío,
la Madre Naturaleza te envuelve con su esplendor,
y si el río va cantando tú le haces de coro al río,
y si la flor va aromando, aromas junto a la flor.

Y todos estamos yendo hacia ese Divino Estado,
-puede darse en esta vida…, o quizá en otra ocasión-,
pero no te quepa duda que ya se encuentra asentado
en el Registro del Cielo, el turno de tu Fusión.