Imagina una fila interminable
de coches atascados en la ruta,
¡y la espera… que se hace inacabable…,
y la ansiedad… que a tu mirada enluta…!

“¡¿Por qué se ha detenido la corriente…?!
¡¿Cómo es que nadie avanza, me pregunto?!
¿Hubo acaso un piquete…, un accidente…?
¿Hay alguien que se ocupa de este asunto?”

Y estás allí, nervioso, enfurecido…,
la desesperación te va ganando:
te sientes irritado y confundido
porque no entiendes lo que está pasando…

Y ahora imagina que te crecen alas,
y que te elevas, vertical, al cielo,
y allí, desde la nube en que te instalas,
¡ves bien la causa de tu desconsuelo!

Allá lejos…, perdido en la distancia,
un alud taponó la carretera,
y los bomberos se hallan, en la instancia,
despejando la ruta a la carrera.

Desciendes de tu nube, sosegado,
ya dispuesto a esperar, sin incomodo,
porque ahora sabes bien lo que ha pasado,
y ver el cuadro entero… ¡cambió todo!

Imagina lo bueno que sería
si es que esas alas te crecieran a diario,
para así alzar el vuelo cada día
y poder entender cada escenario.

¿Y sabes…?: ¡ya se encuentran a tu alcance
con sólo abrirte a tu Yo Superior!,
porque él te eleva sobre cualquier trance
para trocar tus grises en color…

Y te entrega un saber dulce y callado
de la cuántica urdimbre de las cosas…:
un saber tan gentil y delicado
como el suspiro de las mariposas…

Es un conocimiento silencioso
que te hace ver propósito y razón,
y de un modo sutil y misterioso,
¡quita los lastres de tu corazón…!

Y a cada situación en tu sendero
que aparenta ser cruel y hasta insufrible,
él te lleva a entenderla, compañero,
como un aprendizaje imprescindible…

Y aunque tus pies aún anden por el fango,
tu percepción irá por las alturas,
¡que sólo una visión de un alto rango
puede ver flores…entre las basuras!

Cambiar la perspectiva, de algún modo,
cambia tu forma de vivir la vida,
¡porque empiezas a ver que hasta en el lodo
puedes hallar la Tierra Prometida…!