¿Qué haces con un traje viejo que ya no te sirve más?
¿Acaso sufres, o gritas, o hay lágrimas en tu rostro,
y sientes que ya no puedes continuar estando en paz
cuando te llega la hora de reemplazarlo por otro?

Seguramente, mi amigo, no te pasa nada de ello:
lo contemplas con cariño, y simplemente lo apartas,
como un árbol que en otoño, entre dorados destellos,
con calidez y dulzura, sus hojas secas descarta.

Son los ciclos, simplemente, de los que nada está exento,
incluidos los humanos en nuestro envase carnal:
cuando entramos en un cuerpo, lo usamos solo un momento,
porque en este plano todo tiene principio y final.

Tu traje es un recipiente, un estuche, un envoltorio,
que da alojamiento al Alma, ¡y es grandioso su papel!:
dile “¡gracias, muchas gracias!” a ese atuendo transitorio,
y a la vez toma conciencia de que TÚ nunca eres él.

Si intuyes que es verdadero el sentido de esa frase
y sueltas por un momento cualquier apego anterior,
tal vez consigas entonces separarte de tu envase
y rozar por un instante tu propio Yo Superior.

¡Es Él el que dulcemente va de vasija en vasija
acompañando tus pasos por entre la densidad!,
y aguarda pacientemente que su hijo o que su hija
en alguna de sus vidas despierte a La Realidad.

Y en esta Nueva Energía en la que estamos inmersos
es mucho más fácil que antes lograr tal “despiertitud”:
con trabajo interno logras abrazarlo al Universo,
y en un relámpago de oro… ¡volverte su Infinitud!

Los místicos y los sabios saben como es este viaje,
y con dulce desapego, transitan haciendo el bien,
y cuando llega la hora de abandonarlo a su traje,
simplemente se sonríen…, ¿te sonreirás tú también…?