¿Sabes por qué, mi amigo,
a todos por igual,
nos suenan las caricias
a roce angelical…?

Porque detrás de aquellas
de carne y de tendón,
¡las manos que acarician
son las del corazón!.

(Por eso Dios el día
en que al cosmos creó,
lo contempló…, y después…
¡después lo acarició…!)

Tú también acaricia
a tus seres amados…,
acaricia a tus plantas…,
a tu perro…, a tu gato…

Acaricia a la Tierra
cuando dejas tu huella,
¡porque ella es parte tuya…,
y tú eres parte de ella…!

Irradia tu cariño
hacia todos los seres,
sin causa ni motivo…:
¡sólo porque los quieres!

Y hazlo más con aquellos
que acumulan derrotas…,
esos que van heridos…,
¡los de las alas rotas…!,

que en la caricia viaja
una buena noticia…,
porque dice “¡te quiero!”
la mano que acaricia…

La caricia es consuelo…,
la caricia es dulzura…,
la caricia te alegra…,
la caricia te cura…

Y es que ella es en sí misma
una Fuente de Amor…
(¿has visto tú caricias
que nazcan del rencor…?)

¡Que acaricie tu verbo…,
que acaricie tu mano…,
que acaricien tus ojos
al mirarlo a tu hermano…!

Convierte a tu presencia
en una luz nutricia,
¡y haz que tu vida entera
se transforme en caricia…!