A ti, que albergas tristes pensamientos:
si pudiera ingresar en tu cabeza,
los borraría de tu entendimiento
supliéndolos por otros de grandeza.

A ese que vas rumiando cada día,
y cada día te enturbia tu rostro
porque niega de plano tu valía,
te lo reemplazaría por este otro:

“Soy una chispa del Creador Divino,
y lo he disuelto al velo de Ilusión,
y como un Nuevo Humano Cristalino
voy ayudando al mundo en su ascensión.”

Y a ese que te reafirma en tu recelo,
y que te va frenando diariamente
cuando te dices: “no merezco el Cielo”,
te lo sustituiría por el siguiente:

“El Cielo es un estado de conciencia,
y al enfocarme solo en la alegría,
abro a diario el Portal de la Inocencia,
y fabrico mi Cielo cada día.”

Y a aquél otro que opaca tu mirada,
y que te pone lastres en los pies,
cuando musitas: “no sirvo de nada…,
¡todo lo que hago me sale al revés!”

lo extraería de tu mente de un tirón,
y en su lugar pondría este que brilla:
“todos tenemos dentro nuestro un don,
¡y es mi don ir haciendo maravillas!”

Y en la sustitución iría más lejos
y llegaría a tu idea-raíz,
esa que expresas viéndote al espejo:
“aquí no vine para ser feliz…”

Y la suplantaría por la que dice:
“vine aquí para ser ilimitado,
y toda la Creación me ama y bendice
porque con ella estoy entrelazado”.

Y qué inmenso reinicio que sería,
y qué viraje hacia la belleza
con las ideas que te reemplazaría…
¡si pudiera ingresar en tu cabeza!